Hoy me he topado con esta pintura de Rembrandt, titulada el tamboliero travieso o desobediente, que se encuentra expuesto en el museo Thyssen Bornemisza.
En la escena vemos una madre con un bebé pequeño que al fin se ha dormido en la cunita. A su lado hay un niño mayor, presumiblemente el hermano mayor jugando con su juguete favorito, un tambor. Pero el niño no está tocando, sino sollozando muy apenado, realmente apenado.
Seguramente mucha gente juzgara enseguida la estricta disciplina del pasado o la amenaza en la cara y en la mano de la madre. Sin duda da penita ese niño, pero si practicamos la empatía nos damos cuenta de la situación de otra manera. Seguro que también había bebés muy demandantes, o que les costaba mucho dormir, puerperios difíciles y casas enormes por atender.
Esa madre quiere silencio y que el pequeño duerma al fin, tal vez tras una noche difícil.
¿Alguna de vosotras es capaz de ponerse en su lugar?
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